Violencia contra las mujeres, estructural y sistemática 

En lo que llevamos de 2025, 73 asesinos, hombres, han acabado con la vida de 73 mujeres. Mes a mes, la cifra de los feminicidios aumenta sin parar, con un silencio atronador sobre cada víctima. Por eso es importante nombrarlas, a las que ya no están, señalar a sus verdugos y que estos asesinatos dejen de formar parte de nuestra normalidad.

La última víctima mortal ha sido en Totana, Murcia. Una joven de 19 años fue asesinada por su pareja de 27 años, asfixiada mientras dormía. 

Las agresiones sexuales grupales también aumentan sin cesar. Hombres, cada vez más jóvenes, incluso menores de edad, abusan sexualmente de compañeras de clase, amigas o desconocidas. Actúan con la impunidad de una sociedad pornográfica, protegidos por una justicia patriarcal que reduce sus condenas a costa de la revictimización de las agredidas. Los últimos violadores o “manada” juzgados han pactado condenas de entre tres y ocho años de prisión, admitiendo que integraban un grupo criminal para violar a mujeres vulnerables… se pedía entre  28 y 53 años de cárcel. Esto se repite una y otra vez. Compensaciones económicas a las víctimas, incapaces de soportar el proceso judicial y revivir una y otra vez el trauma producido por la violación. A cambio, se reducen las penas. Violar sale barato en este país.

Hay muchas maneras de matar. 2.317 mujeres en Andalucía no han recibido correctamente  sus informes del cribado de cáncer de mama. La asociación AMAMA sospecha que esa cifra puede llegar a 20.000 mujeres. 20.000 ¿Cuántas mujeres van o han desarrollado un cáncer de mama por la privatización de la sanidad pública y la inutilidad de sus gobernantes? ¿Cuántas van a morir? ¿Cuántas lo han hecho ya? Exigimos que el peso de la ley caiga sobre los responsables y que todas, y cada una de las víctimas de estos homicidios sean indemnizadas.

Y mientras el número de mujeres asesinadas sigue sin parar, el negacionismo de la derecha y extrema derecha, que últimamente cuesta diferenciarlos, se inventan una campaña en contra del derecho al aborto. Y quizá haya que hacer un poquito de memoria histórica con esto.

Señores de la derecha, las mujeres hemos abortado siempre. Es parte de nuestra historia. Lo hemos hecho desde la antigüedad, recurriendo a parteras, ungüentos, hierbas… La única diferencia es hacerlo de forma segura o poniendo en riesgo nuestras vidas. Porque señores moralistas de la derecha, las mujeres morimos en abortos clandestinos. Enfermamos y arriesgamos nuestra salud para poder decidir sobre nuestras vidas; porque de eso va el aborto, del poder de decisión sobre nuestro cuerpo. Ustedes quieren volver al modelo clásico de la dictadura, en el que las ricas podían pagar un vuelo o un billete de tren para ir a abortar al extranjero, mientras que las obreras se veían obligadas a parir hijos no deseados o morir en clínicas clandestinas.

Y no, no hace falta imaginar una situación de pobreza extrema para abortar. Abortamos porque no es el momento de maternar, porque somos demasiado jóvenes o demasiado mayores, porque no estaba planeado o porque no, porque simplemente, no queremos ser madres. Porque es una elección de vida, y el derecho al aborto no obliga a nadie, es una elección libre.

Pero no nos quieren libres. Para eso utilizan cualquier estrategia; desde el acoso a las mujeres en las puertas de las clínicas abortivas hasta inventarse supuestos síndromes post aborto. 

Se pongan como se pongan, las mujeres seguiremos abortando, ahora y siempre.

¿Quieren reducir el número de abortos? Dejen de boicotear la educación sexual en los colegios e institutos. Eduquemos en igualdad, afectividad, en el sexo deseado, consentido y protegido. Eduquemos para evitar futuros violadores, luchemos contra el porno y dejemos de alimentar manadas de agresores. 

Tanto que se definen pro vida, sean precisamente eso. Preocúpense por los vivos. Por todos los niños y niñas en situación de pobreza, por aquellos que se ven obligados a vivir con su maltratador o por las que carecen de recursos suficientes para llevar una vida decente.

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