En agosto de 2025, la Guardia Civil desmanteló una red en La Rioja y Soria que grababa en secreto a mujeres – al menos 27 identificadas – y compartía sus imágenes íntimas en grupos cerrados de mensajería. Los agresores, en muchos casos amigos, compañeros de piso, de trabajo o parejas, instalaban cámaras ocultas en viviendas o espacios compartidos y accedían ilegalmente a dispositivos personales.
A este caso se suma el escándalo del grupo Mia moglie en Italia, donde más de 32.000 hombres compartían fotos sexuales de sus esposas y novias sin consentimiento durante siete años. En España, también se han documentado casos similares en Sevilla, donde jóvenes grababan a sus amigas con cámaras espía y las exponían en foros… Y no paran de salir más casos por todo el mundo. La extensión geográfica y la sofisticación de estas redes evidencian una violencia digital sistemática, amparada en el anonimato, la complicidad masculina y la impunidad institucional.
Esta violencia —porque eso es lo que es: violencia— se disfraza de humor, de camaradería, de “solo son fotos”. Pero no lo son. Son violaciones a la intimidad. Son agresiones. Son delitos. Y lo más grave: son prácticas que se reproducen en silencio, en la cotidianidad de nuestras relaciones. Porque muchas veces, quienes comparten esas imágenes son hombres cercanos. Hombres que conviven con nosotras. Que nos conocen. Que se aprovechan de nuestra confianza.
La ley española establece que publicar imágenes de una persona sin su consentimiento, especialmente si atentan contra su honor, intimidad o propia imagen, es delito. Y, sin embargo, los grupos siguen proliferando. Las denuncias se archivan. Las plataformas digitales tardan años en reaccionar. Los agresores rara vez enfrentan consecuencias reales. ¿Por qué? Porque vivimos en una sociedad que sigue tolerando la violencia contra las mujeres.
Desde el Espacio Violeta de Comisiones Obreras de La Rioja denunciamos esta violencia estructural que se extiende desde lo físico a lo digital, y que genera un clima de miedo constante entre las mujeres. Miedo a ser grabadas sin saberlo. Miedo a que nuestras fotos íntimas circulen. Miedo a que nuestra privacidad sea violada por quienes deberían respetarnos. Miedo que nos condiciona, nos limita, nos silencia.
Pero no podemos hablar solo de los agresores individuales. Debemos mirar también a las estructuras que los protegen. Las plataformas digitales que permiten que estos grupos existan durante años. Las leyes que tardan en adaptarse a la realidad tecnológica. Los jueces que minimizan el daño. Los medios que lo tratan como anécdota. La sociedad que lo banaliza.
Necesitamos leyes más eficaces, sí. Pero también educación. Conciencia. Responsabilidad colectiva. Necesitamos que los hombres dejen de mirar para otro lado. Que se cuestionen sus propios comportamientos. Que denuncien a sus amigos cuando comparten fotos sin permiso. Que entiendan que no hay camaradería posible en la violencia.
No podemos seguir normalizando que los hombres se pasen fotos de sus parejas como si fueran trofeos. No podemos seguir permitiendo que las redes sociales sean espacios de violencia impune. No podemos seguir aceptando que el cuerpo femenino sea territorio de conquista.
Es hora de decir basta. De exigir que las plataformas actúen con rapidez y transparencia. De reclamar que las leyes se apliquen con rigor. De construir una cultura donde el consentimiento sea sagrado, y la intimidad, inviolable.
Porque no se trata solo de fotos. Se trata de derechos. De libertad. De justicia. Y, sobre todo, se trata de nosotras. De todas las mujeres que queremos vivir sin miedo. Que queremos amar sin ser traicionadas. Que queremos existir sin ser expuestas.
Porque nuestros cuerpos no son propiedad de nadie. Porque nuestra intimidad no es moneda de cambio. Porque nuestra dignidad no es negociable. Y porque el miedo que sentimos no nos va a callar. Nos va a hacer más fuertes. Más unidas. Más decididas.
Este miedo, esta violencia, esta impunidad, no son hechos aislados. Forman parte de un sistema que nos agrede cada día. Según los últimos datos publicados por Feminicidio.net, en lo que va de 2025 han sido asesinadas 54 mujeres en España a manos de hombres. Cincuenta y cuatro vidas arrebatadas. Cincuenta y cuatro historias truncadas por el machismo más extremo. Este número no es solo una cifra: es el recordatorio de que la violencia contra las mujeres no es virtual, no es simbólica, no es anecdótica. Es real. Es constante. Y es mortal.
Desde el Espacio Violeta de CCOO La Rioja exigimos que se reconozca esta violencia en todas sus formas, que se persiga con firmeza, que se repare a las víctimas y que se construya una sociedad donde vivir sin miedo no sea un privilegio, sino un derecho. Porque estamos vivas, y porque queremos seguir estándolo.