Una semana después de que el Pleno del Congreso aprobara la tramitación de la Ley para abolir la prostitución, Maribel Zaldívar, Secretaria de Mujeres e Igualdad de la Federación de Pensionistas y Jubilados, nos hace reflexionar sobre el estigma y la misoginia que hay detrás del insulto “hijo o hija de puta” y nos interpela a eliminarlo de nuestro vocabulario. ¿Qué opináis?
Desde hace bastante tiempo vengo planteándome por qué cuando se quiere insultar a alguien se le llama hijo/a de puta. Unas veces se hace de forma jocosa, como una costumbre que se hace sin pensar, como cuando a alguien se le sigue llamando maricón aunque quien lo llama se proclame respetuoso con la homosexualidad , o se siga cagándose en Dios, aunque pueda molestar a un creyente al que se dice respetar su credo.
Pero en la mayoría de las veces, y en ello me quiero centrar en este escrito, lo de hijo de puta se dice como uno de los insultos más graves que se pueden hacer, expresando rabia, resentimiento e incluso odio por la persona a la que se le “dedica”.
El ser hijo o hija de una mujer a quien en la mayoría de los casos la sociedad ha obligado a prostituirse no consigo entender por qué se utiliza como insulto o para culpabilizar algo que no tiene nada que ver con su voluntad.
Por otra parte, quizá en la mayoría de los casos se le pudiera llamar hijo de putero o de violador para estar más cerca de la realidad.
Porque además, por la misma razón se podría decir como insulto, hijo/a de corrupto/a, o hijo de maltratador, o de traficante, o de dictador. Sería igual de injusto que lo de hijo de puta, pero eso no se nos ocurre en el lenguaje cotidiano, porque el cuerpo de la mujer merece menos respeto y para muchos es el pecado, el error, el vicio, que no se puede disculpar.
Las personas a quien las prostitutas nos merecen respeto, a la vez que queremos que se pongan los medios para que nadie tenga que prostituirse y se pueda llegar a la abolición, debiéramos hacer el propósito de que desaparezca de nuestro lenguaje lo de hijo de puta, a la vez que lo denunciamos como una más de las humillaciones que sufrimos las mujeres y en este caso donde seguramente más escuece, en los hijos e hijas.
Y por si hay alguna duda, esto no tiene nada que ver con la libertad de expresión, sino con la intención de que, entre otras cosas, el lenguaje sexista se vaya considerando eso: lenguaje sexista.